By Belkis Moreno IT@produsegval
¿Has vivido la tristeza de la muerte de una mascota que amaste como un hijo/a? Quizás tu respuesta sea un "sí" gigante y estruendoso. Quizás tus ojos se inundaron de lágrimas.
Todo es posible, cuando recordamos aquel "compañero/a" que estuvo con nosotros en la vida terrenal y dejo imborrables huellas.
Huellas que duelen
porque extrañamos su presencia de muchas maneras.
Igual que sucede
con la perdida física de nuestros familiares y amigos, asimismo, pasa con nuestras mascotas.
Sucede que, con nuestras
mascotas convivimos de tal forma, con tanta intimidad y proximidad, que nos
convertimos en padres/madres de ese ser que llego quizás por casualidad a nuestras
vidas. ¡Uf!
De ese ser que
cuidamos desde pequeñitos, que, al igual que a nuestros hijos, llevamos al
médico; le compramos medicinas; le damos gustos; contamos a nuestros compañeros
de trabajo sus travesuras; sufrimos si se enferma... ¡y pare de contar!
La muerte de
una mascota (sea un perrito, un gato, un ave, una tortuga, un pájaro y un largo
etcétera), nos deja conmocionados por múltiples razones de peso.
El amor
incondicional de un peludito, por ejemplo, es la mejor demostración de
porqué nos duele tanto.
Un perrito, sin
importar el género, es una mascota muy popular, la cual, en la mayoría de los
casos, ejecuta en la familia el rol de compañero/a, de amigo/a, aquel que nos
brinda seguridad, alegría, amistad y comodidad, incluso.
¿Quién
no extraña a quien le provee todas esas emociones positivas y nutritivas
juntas? Por favor, la respuesta es obvia.
Duele
tanto que hasta nos deprimimos
Sí, muy cierto.
Duele tanto que una persona que acaba de perder a una mascota puede entrar en
una fase de negación, de no aceptación, fase que puede durar varios días e
incluso, puede acarrear inapetencia, apatía y hasta depresión. ¡Igual que si perdiéramos
un familiar!
No es una
exageración. Hemos hablado con algunos psicólogos
y veterinarios quienes nos han relatado historias muy tristes de despedidas.
También este dolor
es más intenso en aquellas personas que
experimentan un estado de soledad
obligado por circunstancias.
Situación que las
ha llevado a escoger a un "compañero/a", el cual llega a sus vidas,
para romper esa soledad impuesta o auto-impuesta, generando entre "el amo y su
mascota" una relación de amor tipo novela, incondicional.
Igual sucede con
aquellas personas que sufren alguna discapacidad y su "mascota" es su
guía, su bastón, su soporte, su inspiración, para moverse y hacer aquellas
cosas que no podían antes y, en el después, con su compañero, sí pudieron
llegar a hacerlo.
Para estas personas, el dolor es más intenso, es lógico; porque el nivel de conexión afectivo-emocional e incluso de codependencia es muy elevado y, por estas razones, “duele en el alma".
Esto fue lo que le paso, literalmente, el joven Ivan Chirinos, quien
vive en Valencia, Venezuela y nos narro el dolor que sintió al perder a Pepe, su amado
ganso hace 7 años; foto de pepe que nos remitió para que la publicáramos.
Para
finalizar este escrito, queremos dejar un mensaje basado en la filosofía
estoica, el cual se sustenta en entender y aceptar que la "muerte"
existe, y llega en un momento que quizás se convierta en "inevitable".
Así que:
¡Ama,
cuida, disfruta, dale una buena vida a tu mascota, vivan el ahora juntos y si
lo inevitable llega, aceptarlo es mas fácil y sabio, si estas consciente de que tú, como compañero y como persona, amaste
y cuidaste a tu mascota, como es el deber moral. Amen...así sea.